1. Reduce el nivel de riesgo en el emprendimiento

La ambición puede ser positiva cuando se desarrolla dentro de unos límites realistas. La idea de emprendimiento no debe desbordar los recursos disponibles o el grado de preparación que posee quien lidera el proceso. Desarrolla una estrategia ajustada a partir de los medios que tienes a tu alcance. Este es un propósito viable. Por el contrario, recuerda que la búsqueda de una seguridad absoluta puede llegar a bloquear la creatividad.

2. Establece una comunicación constante con tu gestor

En ocasiones, los jóvenes emprendedores deciden montar un proyecto en compañía. En ese caso, la colaboración con el socio incrementa la resiliencia ante los desafíos que surgen en el plan de acción. El ejemplo de aquellos profesionales que dirigen una iniciativa en solitario también es una verdadera inspiración.

En cualquier contexto, más allá de las características que presenta la realidad concreta, es esencial que el responsable mantenga un diálogo habitual con su gestor. El diálogo entre ambos perfiles es bidireccional. En definitiva, mejora la comunicación con todos aquellos colaboradores que, de algún modo, te acompañan en el camino del emprendimiento.

3. Cuida los pensamientos sobre las oportunidades profesionales

Alimentar el hábito del optimismo no implica caer en el límite del idealismo. Sin embargo, los pensamientos sí tienen una gran influencia en el modo de afrontar la búsqueda de empleo o la gestión de un negocio. Por ejemplo, aquellas ideas negativas que se suceden de manera repetitiva en el discurso interior, pueden interferir en la iniciativa personal.

En otros casos, cuando las expectativas no se ajustan a la realidad, y la interpretación de los acontecimientos deja de lado los aspectos menos favorables, el sujeto tiene una visión reduccionista de la situación. ¿Y cómo puedes cuidar tus pensamientos y tus sentimientos? Por medio de la escritura de un diario de emprendimiento. La redacción no solo puede ayudarte a profundizar en aspectos vinculados con el proyecto, sino con otras vivencias personales.

4. Formación para jóvenes emprendedores

La formación es un recurso fundamental para cualquier emprendedor (más allá del sector en el que desarrolla la actividad o de su edad). Pero la preparación por medio de cursos, talleres, conferencias, lectura de libros especializados, coaching, networking o mentoring es clave para adquirir nuevas competencias y fortalecer aquellas habilidades que se integran en el currículum.

Aunque la base teórica es importante, porque se relaciona directamente con el afrontamiento de casos prácticos, hay que poner una atención especial en el valor de la experiencia. Crea un plan de formación adaptado a las necesidades de tu currículum.

5. Sigue adelante

Los obstáculos pueden producir cierto vértigo. En ocasiones, la mirada se centra en una cuestión compleja sin observar qué hay más allá de esa dificultad. Sin embargo, la percepción cambia cuando sigues adelante. Es decir, cuando te comprometes con tu hoja de ruta y realizas los pasos que componen el itinerario. Si el plan inicial no ha sido determinante para resolver el obstáculo, estudia otras alternativas.

Desarrolla tu creatividad y tu inteligencia emocional como emprendedor: amplía la lectura de una situación más allá de la interpretación inicial. Existen otras preguntas que pueden ayudarte a investigar y profundizar en el contexto.

Generalmente, los jóvenes emprendedores tienen un elevado nivel de motivación en el inicio del proceso de emprendimiento. Sin embargo, el grado de implicación puede llegar a cambiar cuando los obstáculos irrumpen en el camino.

Sin duda, uno de los ideales de la juventud es que todo es posible siempre que se pone trabajo y constancia en un sueño. Por ello, los jóvenes emprendedores tienen capacidad de arriesgar pero a la vez, creen tanto en su proyecto que aplican la máxima de “querer es poder”. Por otra parte, se trata de personas que también tienen un alto grado de autoestima, se sienten seguras en aquello que hacen y capaces de aportar cosas positivas a los clientes.

El miedo existe en forma de incertidumbre. Es decir, se trata de un temor controlado y que no se convierte en irracional. Sencillamente, porque el emprendedor no se queda en el plano de la teoría sino que actúa. Es decir, vive pegado a la realidad de los datos y las estadísticas. Los jóvenes emprendedores son personas muy trabajadoras, que se implican al cien por cien con su trabajo, tienen capacidad de sacrificio y son capaces de trabajar más de ocho horas diarias. Por otra parte, tienen una gran motivación ya que tienen la suerte de hacer aquello que de verdad les gusta. Se quejan poco y son felices.

Todo puede parecer más difícil desde la inexperiencia de la juventud, sin embargo, la realidad es que en ese momento, los conocimientos adquiridos en la carera son mucho más recientes. Por otra parte, también se tiene mucha más fuerza y la ilusión es mayor. Con el paso de los años, las decepciones laborales pueden dejar huella en el espíritu emprendedor.