Un emprendedor se puede encontrar con personas tóxicas en su camino que quieren matar su sueño con ideas negativas y prejuicios. Pero además, cualquier emprendedor mantiene un diálogo constante consigo mismo. En algunos casos, las ideas negativas actúan como vampiros emocionales que roban la energía del emprendedor.
Falta de capacitación
Una de las excusas más habituales dadas por profesionales formados es la de tener poca formación para montar una empresa. Es curioso que sean los profesionales más formados los que son más exigentes consigo mismos en este sentido. Esta creencia está ligada con el miedo a ser descubierto en algún momento como un supuesto intruso en un área profesional. El síndrome del farsante surge en el interior de la mente de aquel que siente que no es lo suficientemente válido para un proyecto.
En ese caso, es importante recordar que si tú no crees en ti mismo, nadie lo hará. Y además, aunque la formación es muy importante, también conviene asumir como propio el desconocimiento. Ya lo dijo Sócrates: “Solo sé que no sé nada”. Te queda mucho por saber pero tienes toda una vida por delante para aprender.
Falta de objetividad
Uno de los vampiros emocionales de un emprendedor es la falta de objetividad a la hora de interpretar la realidad. Existen emprendedores que en su fase inicial pasan de la euforia al desánimo con mucha facilidad. En ese caso, conviene tener los pies en el suelo asumiendo que el camino no va a ser fácil. Para salir de la idealidad es fundamental atender a los hechos reales. Esta falta de objetividad está ligada con el autoengaño de creer que un gran proyecto se consolida en poco tiempo.
El miedo
El miedo es el mayor vampiro emocional que puede robar las mejores ideas a cualquier emprendedor que siente que su temor es más fuerte que su propia capacidad para afrontarlo. Los miedos más habituales son el vértigo ante el fracaso, la sensación de poca valía personal, el miedo al qué dirán e incluso, el miedo a la ruina.