Todos cometemos fallos en el trabajo, es algo completamente normal y que nos hace ser humanos. Sin embargo, el profesional debe aprovechar los errores para aprender, aportar soluciones y mejorar. En definitiva, se trata de convertir la equivocación en una oportunidad. El error, por definición, es imprevisible e involuntario. Podemos caer en él sin darnos cuenta pero eso no debe suponer un impedimento para el final logro de los objetivos. Es cierto que no podemos hacer nada para evitar que se produzca ni prever todas las dificultades que puedan surgir; pero sí podemos aprender a gestionarlas, entrenarnos para reaccionar ante ellas y buscar soluciones. Todo ello nos ayudará a ser mejores profesionales.
En la mayoría de las empresas suelen haber tres tipos de errores: los técnicos o de conocimiento, los que suceden por la toma de decisiones y los de comportamiento. Muchos de ellos también están relacionados con la falta de observación y la impaciencia. Los empleados que terminan optando por el individualismo frente a la colaboración terminan siendo despedidos porque no consiguen realizar su trabajo correctamente.
Pero lo más importante de todo es reconocer el fallo, no vale buscar culpables, asume tu responsabilidad e intenta mejorar, esa es la actitud ganadora. Puedes explicar a tus jefes los distintos motivos por los que se tomó la decisión y extraer un aprendizaje. La gestión del error significa corregirlo y aprender de él para que no vuelva a suceder.
Si un empleado es capaz de reconocer el error, avisar a quién corresponda y dar una solución, puede incluso que se merezca hasta un aumento de sueldo. De este modo, el fallo se convierte en una oportunidad para mostrar que se es un buen profesional. La próxima vez será posible identificar la situación para que no vuelva a suceder. Recuerda que todos nos equivocamos, pero reaccionamos rápido y se ha aporta una solución, la confianza y la credibilidad se restablecen por completo.