El emprendimiento sitúa al profesional ante el desafío de impulsar un proyecto propio, pero también ante el reto de crear nuevos hábitos. Hábitos que pueden orientarse hacia un punto en concreto: los resultados. ¿Cómo implementar cambios para ser un emprendedor más productivo?
1. No alimentes los pensamientos improductivos
Hay pensamientos que ocupan un tiempo significativo, sin embargo, no aportan bienestar ni se dirigen hacia el plano de la acción. Es recomendable identificar esas ideas repetitivas que no ponen el acento en cuestiones que dependen de ti, sino que te hacen sentir desbordado por una preocupación.
A este respecto, conviene puntualizar que la escritura es una herramienta muy valiosa para los emprendedores. Puede aplicarse para documentar información sobre el proceso de emprendimiento o la evolución del proyecto. Sin embargo, también es una herramienta de autoconocimiento y, como hemos comentado, aporta un espacio para identificar los pensamientos improductivos. Del mismo modo, puedes anotar otras reflexiones alternativas, positivas y potenciadoras.
2. Apóyate en otros hábitos productivos
Cuando te marcas el objetivo profesional de desarrollar un nuevo hábito, es natural que experimentes incomodidad, deseo de seguir en la zona de confort o cierta resistencia al cambio. Pero el proceso de evolución personal no avanza desde la nada, sino que se consolida desde una base previa. Es decir, puedes apoyarte en otros hábitos positivos que has integrado en tu rutina diaria como anclaje para desarrollar nuevos cambios.
3. Pon el foco en las metas que quieres conseguir
Algunos hábitos pueden mejorar la productividad de forma significativa a largo plazo. Pero adquirir, mantener y consolidar una rutina no es un proceso sencillo. De hecho, es posible que durante el proceso experimentes interrupciones y aparentes retrocesos. Sin embargo, puedes retomar el camino inicial para perseverar en la meta final. Pues bien, mantener el foco en un propósito que tiene un fin positivo es clave para los emprendedores productivos. Pero la interpretación sobre el sentido del proceso puede cambiar cuando se pierden de vista las metas a corto plazo.
En ese caso, crece el riesgo de que el profesional aplace o posponga una rutina, o no muestre la continuidad deseada en el plan de acción, porque considera que todavía tiene tiempo para emprender el proceso. Pues bien, la escritura no solo puede ser muy útil para identificar los pensamientos improductivos, sino también para acotar las metas.
4. La regla de los dos minutos
Existe un hábito que puede transformar de forma visible la rutina profesional de un emprendedor. La regla de los dos minutos es un buen ejemplo de ello. Es una invitación para no posponer para más tarde aquellas gestiones que pueden realizarse en ese periodo de tiempo.
Esta regla es especialmente práctica para adoptar un punto de inflexión en la forma de atender aquellas gestiones que, aunque no requieren de un largo periodo de implicación, sí suponen un peso añadido por algún motivo. Por ejemplo, surgen en el instante más inesperado de la rutina profesional. Pues bien, ese peso tiende a aumentar cuando la tarea se aplaza para otro día.
5. Crea un plan para momentos de crisis o dificultad
Con frecuencia, la planificación que se orienta hacia la creación de un nuevo hábito no se ajusta plenamente a la realidad. Se centra en la evolución de un proceso en el que no existe ninguna dificultad. Pero lo cierto es que, muy probablemente, hagas frente a variables que, a priori, no son favorables para el desarrollo de un nuevo hábito.
Pero esos factores no determinan tu capacidad de implicación y compromiso. Especialmente, cuando creas un plan específicamente adaptado para perseverar cuando te sientes estancado. El potencial de un proyecto de emprendimiento depende, en parte, de los hábitos que ponen el foco en la productividad y los resultados.