El duelo forma parte de la realidad de cualquier organización, puesto que está formada por personas. Profesionales que, en diferentes momentos de sus vidas, pueden experimentar pérdidas significativas. Sin embargo, las despedidas adquieren una relevancia especial en el ámbito de la empresa familiar. El organigrama tiene una particularidad: está integrado por vínculos profesionales que también tienen un arraigo afectivo. Por este motivo, cuando fallece el fundador o cualquier otro miembro del proyecto, surge un cambio importante. ¿Cómo afrontar las etapas del duelo en este contexto?
1. Anticipar esa situación
Cuando una familia decide implicarse en un reto común, visualiza un horizonte de oportunidades. Ante esa expectativa de evolución y consolidación, conviene no correr el riesgo de ignorar la realidad de la propia muerte. Existen decisiones que son esenciales para potenciar la continuidad del proyecto más allá de los factores que se producen durante el periodo de vida de la entidad. Es decir, es recomendable concretar el testamento. De este modo, el fundador puede tomar decisiones que se ajusten a su criterio con margen de anticipación.
2. Apoyo mutuo
El duelo en la empresa familiar afecta de un modo diferente a cada uno de los miembros. Es decir, las emociones, sentimientos y sensaciones internas, aunque puedan ser muy similares en algunos casos, no son lineales. Es un periodo de transformación que puede poner a prueba la cohesión del propio grupo. ¿Cómo afianzar el equipo en este proceso? Por medio de la empatía, la comprensión y el acompañamiento hacia uno mismo y hacia los demás.
3. El valor de la rutina
Tras el fallecimiento de una persona que forma parte de la empresa familiar, se produce un cambio importante en el proyecto. Después del impacto de la noticia, los afectados deben vivir su proceso interno para recuperarse. Es decir, necesitan tiempo.
Aunque el reencuentro con la rutina resulta especialmente terapéutico en este contexto. La ocupación profesional puede ser muy positiva para poner atención en otros aspectos. Pero es importante no tapar las emociones del propio duelo por medio de la dedicación excesiva.
4. Cómo tomar decisiones adecuadas
La realidad de una empresa familiar avanza con el relevo generacional o con un periodo de transición hacia una nueva situación. Cuando fallece el fundador u otro miembro del equipo, surge la necesidad de tomar decisiones. Conviene aplazar durante un tiempo aquellos asuntos que pueden tener un impacto notable en la organización y, sin embargo, no son estrictamente necesarios.
Aquellas valoraciones que surgen en un periodo de alta intensidad emocional, pueden percibirse desde un ángulo distinto cuando la tristeza se calma. Es un consejo que conviene aplicar en la vida personal y también en el marco empresarial. Por otra parte, las decisiones tomadas en equipo facilitan el intercambio de información y puntos de vista. La capacidad de escucha es fundamental para hacer lo más conveniente para el proyecto.
5. Definición de objetivos
Es habitual recordar los orígenes de la empresa y su evolución posterior cuando se produce un punto de inflexión. La persona fallecida forma parte de la historia de la entidad. Su nombre siempre estará en la memoria del equipo.
De hecho, el grupo puede desarrollar alguna iniciativa para rendir homenaje a su legado. Aunque los cimientos del pasado de la entidad sean muy sólidos, debe seguir construyendo su presente y su futuro. Por ello, los responsables necesitan fijar los siguientes objetivos.
6. Mediación en la empresa familiar
Aunque los miembros de la empresa familiar pueden apoyarse mutuamente en la superación del duelo, en ocasiones, surge la necesidad de pedir ayuda externa. Por ejemplo, las mediación puede ser clave para acercar posturas cuando las diferencias sobre un asunto parecen irreconciliables.