Cerrar un negocio es una de las decisiones más difíciles que puede tomar aquel que en el pasado emprendió ese proyecto con tanta motivación. Pero los resultados negativos y las dificultades pueden llevar al cierre de un establecimiento. ¿Cómo tomar la decisión para asumir esta realidad?
1. Cuando los efectos de no cerrar son todavía más negativos
Cerrar un negocio produce consecuencias negativas puesto que existen profesionales que pierden su puesto de empleo. Pero permanecer inmerso en un proyecto que no resulta viable, implica seguir sumando pérdidas económicas.
2. Cuando crees que ya ha llegado a tu límite
El cierre de un negocio no se materializa en un día. Generalmente, esta es una decisión que el responsable ha valorado durante meses o semanas. Y, sin embargo, llega un día en el que se produce un punto de inflexión definitivo. Ese punto de inflexión es la sensación de haber llegado al límite. Y, a partir de ese límite, ya no tiene sentido seguir invirtiendo tiempo, esfuerzo y dinero en un negocio que ya ha cumplido con su ciclo de vida. De hecho, no es necesario llegar hasta este límite para decidir.
3. Cuando el negocio no tiene futuro
En ocasiones, el cierre del negocio se produce después de una etapa de éxito. Pero aquel tiempo ya forma parte del pasado, es decir, no determina la realidad actual del proyecto. Si un negocio no tiene futuro a corto plazo, porque el propio presente ya indica esta información, conviene tomar una decisión al respecto.
4. Cuando sueñas con una vida más tranquila
Cuando una persona ha afrontado la responsabilidad de intentar salvar su negocio durante mucho tiempo, siente el cansancio que esta misión produce. Y, directamente, puede ocurrir que sueñe con un proyecto de vida diferente. Un proyecto en el que tenga la tranquilidad que la situación actual no le permite disfrutar.