Un negocio tiene distintas etapas desde su nacimiento. La meta de alcanzar un escenario de madurez describe la expectativa de tantos emprendedores que tienen la motivación de hacer evolucionar su idea.
1. Aprendizaje
Haber llegado hasta este punto no es fruto de la casualidad sino del trabajo y las decisiones llevadas a cabo en etapas previas. Esta distancia temporal aporta un aprendizaje práctico que nace de la reflexión en torno a la propia experiencia. Un conocimiento del que el profesional dispone para adoptar nuevas medidas.
2. Consolidación
El emprendedor que observa que su negocio ha llegado a este periodo es consciente de cómo el proyecto se encuentra en un buen momento gracias al interés que el catálogo despierta en el público objetivo.
3. Toma de decisiones
Un negocio que está en una etapa de madurez ha escrito una historia valiosa pero ha llegado a un punto en el que también se plantea tomar nuevas decisiones. El emprendedor es consciente de todo el esfuerzo que ha implicado llegar hasta allí, y reflexiona con prudencia sobre inversiones que suponen un cambio significativo en la estructura del proyecto.
Aunque un emprendedor puede valorar la posición de consolidación que ha alcanzado, el entorno actual impulsa esta necesidad de adaptación al cambio. La evolución es un concepto necesario también en esta etapa. ¿Por qué es tan importante apostar por esta meta? Porque una entidad que ha llegado hasta aquí también puede experimentar un proceso de cierre que es consecuencia de esta falta de reinvención.
4. Búsqueda de nuevos objetivos
La fase de madurez produce una consecuencia: el propósito de ampliar las metas logradas hasta el momento con nuevas posibilidades. La consolidación de un negocio en la etapa de madurez no se sostiene eternamente a partir de un mismo punto ya que el mercado evoluciona y la competencia es intensa. Por ello, la búsqueda de nuevas metas conduce a ese horizonte de mejora constante.