El ego, sin duda, es la soberbia y la vanidad que tiene aquel que se cree autosuficiente al extremo de no necesitar nada de los demás. La realidad es que todo emprendedor debe tener la humildad de poder aprender de otros compañeros de profesión pero también, debe asumir que su empresa necesita de una forma inevitable de la aceptación de los clientes.
Una cosa es tener una buena autoestima y otra muy diferente tener un ego desmedido. La autoestima potencia el éxito, te hace ser más consciente de tus posibilidades, mejora tus relaciones sociales… Por el contrario, el ego se transforma en soberbia y dicha vanidad crea un muro en las relaciones interpersonales.
Del mismo modo, también causa un carácter desagradable que dificulta el trato laboral. En muchas ocasiones, para poder evolucionar con éxito en el mercado laboral, es esencial que una persona analice no sólo sus resultados sino también que mire dentro de sí misma para poder observar qué detalles puede cambiar para crecer y mejorar. Detrás de todo emprendedor de éxito existe también una persona honesta, con ilusiones y una ambición sana.
De hecho, estos ingredientes entran también dentro de la Inteligencia Social de un buen líder que sabe que tiene que poner de su parte para poder conectar con los demás. El ego es una palabra muy corta, sin embargo, sus efectos reales son muy destructivos en tanto que a largo plazo, produce soledad y tristeza. Por ello, todo emprendedor debe aprender a dominar su propio ego para poder seguir teniendo una visión de apertura empresarial.
Un ego desmedido es un inconveniente a la hora de poder aprender de un fracaso o pedir disculpas tras un conflicto laboral. En cambio, una autoestima alta te ayuda a sentirte mejor en contacto con los demás.