Cuando una persona decide montar un negocio invierte no solo dinero, también ilusiones, sueños y expectativas. Sin embargo, esa inversión puede no ofrecer los frutos esperados. Emprender con autoconfianza no es incompatible con mantener la prudencia que implica ser previsor. Muchas personas emprenden un negocio tomando esta opción como un plan B tras haber descartado otras alternativas. Sin embargo, al emprender es muy importante que esa no sea la única vía profesional, es aconsejable tener una segunda opción, una segunda idea que pueda inspirarte en algún momento, si el negocio no funciona como habías imaginado y te ves obligado a cerrar sus puertas.
Valorar distintas opciones de desarrollo profesional
Tener un plan B no solo es una estrategia de desarrollo profesional sino también un aliciente personal al emprender con menor nivel de estrés (la sensación de aquel que siente que se juega su suerte en una sola carta es muy incierta). Así como una persona que prepara una oposición descartando cualquier posible alternativa corre el riesgo de frustrarse en exceso en caso de no aprobar, cuando el emprendimiento se convierte en el único camino posible, también puede ser aconsejable hacer un proceso de coaching para reflexionar al respecto.
Tener adaptación al cambio
Por otra parte, tener un plan B es importante también porque el entorno cambiante y las circunstancias obligan a cualquier emprendedor y también, a cualquier trabajador a ser flexible a nivel emocional para, manteniendo el foco en su objetivo, poder adaptarse a las posibilidades que encuentra en el presente. Un plan de negocio no es una hoja de ruta fija y definitiva sino un marco adaptable y abierto a modificaciones.
Por otra parte, es positivo tener un plan B porque de este modo, también es posible comparar opciones, hacer balance de las ventajas y los inconvenientes que ofrece cada alternativa con el objetivo de emprender un proyecto con mayor seguridad en caso de tomar la decisión de montar el negocio.