Las empresas no están fundamentadas sobre estructuras estáticas que permanecen invariables a lo largo del tiempo. Con el paso de los años, surgen nuevas variables externas e internas que plantean la necesidad de un cambio. Un cambio que no implica la transformación integral del proyecto previo, sino una adaptación a una nueva situación. Este camino de innovación y progreso adquiere la forma de una reestructuración. A partir de este plan de acción, una entidad se reinventa a sí misma para ofrecer su propuesta de valor en el escenario actual. Puede ocurrir que algún aspecto de la organización deje de tener sentido en el presente.
Proceso de transformación para impulsar el éxito de un negocio
Y, ante esa situación, es necesario modificar la estructura corporativa para identificar nuevas fortalezas y oportunidades. En este proceso de reestructuración, se lleva a cabo una identificación de las debilidades para encontrar soluciones adecuadas ante esos obstáculos. Aunque el cambio puede percibirse desde distintos puntos de vista y, en ocasiones, resulta tan complejo, la reestructuración es positiva.
Este es un capítulo que forma parte de la vida de un negocio. La reestructuración es un proceso que conduce a un objetivo. El fin de este proceso es impulsar la excelencia, optimizar los recursos disponibles y buscar la rentabilidad. Si una entidad evita ese proceso, se queda estancada en la situación previa.
Un proceso ordenado y planificado
Y, desde esa perspectiva, deja de estar en una posición competitiva. La entidad experimenta una etapa de evolución, pero este camino no es fruto de la improvisación, sino que existe una excelente planificación. Cada uno de los pasos dados en el plan de acción está alineado con el objetivo principal.