En el lenguaje de los negocios, existen términos que se utilizan de forma frecuente como conceptos sinónimos en significado. Por ejemplo, empresario y emprendedor. Sin embargo, ambos términos tienen alguna diferencia de matiz que conviene apreciar. La principal diferencia reside en la mentalidad personal de quien emprende uno u otro camino.
Ser emprendedor o empresario
El emprendedor es aquel profesional que pone en marcha una idea de negocio, da forma a una iniciativa propia y se implica como protagonista en la materialización de ese objetivo profesional, asumiendo la incertidumbre y aportando un capital. Sin embargo, un emprendedor no tiene por qué ser, de manera necesaria, empresario. Un emprendedor de un proyecto pequeño suele gestionar distintos apartados de su negocio, tiene poco tiempo libre porque estas labores ocupan la mayor parte de su jornada.
De hecho, la realidad del emprendedor es que sus jornadas se prolongan durante más horas de las previstas. Por el contrario, el rol del empresario suele estar inmerso en proyectos de dimensiones importantes y se ocupa de la gestión y el control de los datos de la empresa porque su meta principal es estudiar la viabilidad económica de la misma. La relación con los subordinados es la de un jefe que actúa como tal. Sin embargo, el vínculo del emprendedor con la plantilla de trabajo suele ser la de alguien que inspira desde una posición de mayor igualdad.
El emprendimiento es vocacional
El emprendimiento está asociado a una filosofía de trabajo en donde el profesional sueña con dar forma a sus propias ideas; existe una vocación esencial. Por el contrario, la mentalidad del empresario es más global, es decir, está atento a posibles oportunidades en distintos nichos y si observa alguna opción interesante de éxito, pone los medios necesarios para aprovechar esa ocasión estudiando el riesgo y la rentabilidad.