El trabajo no sólo está marcado por el currículum, el talento y las ganas de trabajar sino también, por las cualidades del carácter de cada persona. En este sentido, ser una persona competitiva es importante en la sociedad actual en la que existe una alta competencia en el mercado y muy pocos puestos de trabajo. Pero además, también existe un enorme nivel de exigencia, como muestra el caso de los requisitos que se exigen para optar a algunos puestos de empleo.
Por ello, merece la pena ser competitivo pero en su justa medida. Es decir, sin caer en la obsesión, y especialmente, sin caer en comportamientos poco éticos de falta de compañerismo o de falta de honestidad.
¿Cuáles son los peligros de ser una persona competitiva? Pues está claro que también existe otro lado de la moneda. Por ejemplo, alguien con un alto grado de exigencia no disfruta como debe de sus éxitos, a veces, se centra en exceso en los resultados de tal forma que cuando no son los esperados, su autoestima también cambia.
Lo mejor que puede aprender una persona en su vida es que su valor sigue siendo el mismo tanto en el triunfo como en la derrota. Las personas que no son nada competitivas pueden caer en la indiferencia o en el pasotismo. Lo cierto es que es bueno tener motivación, tener afán de superación y querer superar nuevos retos. Por otra parte, también existen algunos ámbitos laborales que te predisponen más hacia la competitividad que otros. Pero incluso en aquellos ambientes tan humanistas como el de la universidad, existe una competitividad extrema.