El acto de montar una empresa puede tener distintas finalidades. Entre los propósitos habituales de este momento enumeramos cinco ejemplos de causas finales que están implícitas en la motivación misma de emprender.
Desarrollo social
Una empresa llega a un entorno geográfico y económico específico. La vida de una empresa, como la de cualquier ser humano, no puede entenderse en su significado pleno si se desvincula del contexto en el que surge, evoluciona y se desarrolla. Por tanto, la motivación de una empresa es la de contribuir al bienestar social por medio de la mejora competitiva que aportan sus productos o servicios.
Felicidad personal
Los seres humanos tienen necesidades y carencias. De estas necesidades surge la demanda de productos o servicios ofrecidos por empresas que han identificado perfectamente alguna de estas carencias sobre las que quieren operar.
Generación de riqueza
Cuando una persona busca un empleo por cuenta ajena, observa el factor del sueldo como uno de los elementos a considerar en su puesto de trabajo. Pues bien, la vocación de emprender también tiene un componente económico que trasciende a la propia visión individualista. Una empresa produce riqueza por medio de la generación de nuevos puestos de empleo y el enriquecimiento de la economía local.
Vocación
No todas las personas que montan un negocio lo hacen por una cuestión de vocación, sin embargo, sí existen perfiles interesados en esta elección profesional que no entienden su futuro desde un camino distinto a este.
Destacar frente a la competencia
Si una empresa no puede entenderse fuera del contexto en el que nace es porque en ese entorno existe una competencia lógica. La misión y la visión principal de una organización está alineada con ese deseo de conseguir una posición destacada en el mercado entre los distintos competidores directos.