La idea de ser tu propio jefe, en muchos aspectos es positiva. Te aporta independencia, autonomía y la sensación de poder liderar un equipo de trabajo. Sin embargo, este modo de trabajo no es válido para todas las personas que dependiendo del carácter, pueden requerir de un estímulo externo. Los emprendedores se convierten de forma inmediata en sus propios jefes.
Por ello, un emprendedor debe de ser autónomo para poder gestionar el trabajo y avanzar. De este modo, debe tener un criterio realista de la motivación, siendo consciente de que existen momentos de debilidad, incertidumbre y pereza. En general, un emprendedor tiene la virtud de saber manejar la frustración y de no dejarse llevar constantemente por el apetecer. Es decir, tiene un criterio firme del esfuerzo y del sacrificio.
En la medida que aprendes a ser un buen jefe para ti mismo también lo serás para los demás. Ya que aprenderás a comprender mejor los puntos de vista de los trabajadores, sus necesidades y los conflictos que tienen. Por tanto, este proceso de autoconocimiento también mejora las relaciones con el resto de personal de la empresa.
Ser tu propio jefe es una suerte en muchos momentos pero un inconveniente en otros. Por ejemplo, cuando no puedes delegar ciertos asuntos en terceras personas. Pero en cambio, tiene muchas más ventajas que inconvenientes. Por otro lado, hay que romper con la utopía de que un emprendedor no depende de nadie y es que, en realidad, los clientes son los verdaderos jueces del éxito de un proyecto. Por ello, en la medida en que se defrauda las expectativas de un cliente, también se paga un precio. Los emprendedores que trabajan en un negocio familiar invierten muchas ilusiones y mucho tiempo a su proyecto. ¿Te gustaría ser tu propio jefe?