La cultura del esfuerzo está muy presente en el ámbito deportivo y en el emprendimiento. Pone en valor la constancia como parte del camino hacia el éxito. Los frutos, desde esta perspectiva, no son inmediatos. Sin embargo, las metas a largo plazo aportan un sentido definitivo a las acciones realizadas en el trayecto. ¿Cómo practicar la cultura del esfuerzo en el emprendimiento?
1. Con autocuidado
El sentido positivo del esfuerzo es aquel que no va en contra del propio bienestar personal. De lo contrario, es posible que el trabajo se convierta en el motor permanente de la existencia. Cuando eso ocurre, crece la posibilidad de que el autocuidado quede en un segundo plano. Es esencial reconocer los propios límites.
2. Con una estrategia
El esfuerzo es significativo y valioso. Pero debe orientarse hacia un foco específico. Por ello, para dirigir la constancia hacia el horizonte deseado, el proyecto de emprendimiento debe concretarse en un plan de acción viable. Es decir, el emprendedor debe contar con una estrategia adecuada. La planificación no evita el esfuerzo, pero sí optimiza la dedicación que el profesional invierte en su idea.
3. Alinear la estrategia con la realidad
El esfuerzo es un ingrediente positivo, especialmente, cuando se alinea con la realidad de un objetivo. En caso contrario, es posible perseverar en la idea de conquistar una meta que se presenta como inalcanzable en la práctica. La interiorización del valor del esfuerzo no debe llevar a la confusión de creer que el profesional es absolutamente responsable de todo lo que ocurre en relación con su proyecto.
El emprendimiento se integra en un contexto en el que existen muchos factores que se distancian de la propia voluntad. Por este motivo, el autoconocimiento personal debe complementarse y ampliarse con el análisis de los factores externos.
4. Reconducir el error para aprender de él a partir de la experiencia
Un propósito no cumplido adquiere una visión positiva desde la mirada de la cultura del esfuerzo. Un error no tiene por qué ser definitivo o determinar lo que ocurra en el futuro. Un fallo proporciona lecciones prácticas. Del mismo modo, el emprendedor tiene la posibilidad de reconducir el error o, al menos, de intentarlo. De este modo, descubre que, aunque no puede modificar todo aquello que sucede a su alrededor, sí influye en las circunstancias cuando toma decisiones de manera proactiva.
5. Formación constante y desarrollo de nuevas habilidades
El esfuerzo se integra en un proceso a largo plazo. Por ello, se alimenta por medio de acciones que lo nutren. La formación para impulsar el desarrollo de habilidades técnicas y de competencias emocionales es un ejemplo de ello. En definitiva, es positivo valorar el conocimiento adquirido, pero sin perder la perspectiva socrática del saber que todavía queda por conquistar. Salir de la zona de confort en un proyecto de emprendimiento implica dejar de experimentar la comodidad que proporciona el entorno habitual.
6. Referentes de inspiración que practican la cultura del esfuerzo
La visión del éxito, o de la forma de llegar a él, no es lineal en la sociedad. Cada persona puede reinterpretar el concepto para contextualizarlo desde su perspectiva. Cuando un emprendedor se inspira en la cultura del esfuerzo, necesita la referencia de otros modelos que transmiten un ejemplo coherente a través de su trayectoria.
7. El valor del premio personal
En ocasiones, la recompensa al esfuerzo realizado se manifiesta a través de los frutos alcanzados. Pero existe otra forma de compensación que la persona puede utilizar de forma consciente. Por ejemplo, un plan de ocio después de una jornada de duro trabajo. Es necesario encontrar espacio para desconectar del propósito y de la implicación en torno a ese asunto.