Muchas personas idealizan en exceso el puesto de jefe pero la realidad es que mientras trabajas como empleado te encuentras en tu área de confort, es decir, te mueves en la seguridad de realizar una tarea que dominas y así, tu satisfacción personal también es positiva. Sin embargo, cuando aterrizas de lleno en el puesto de jefe puedes sentirte vulnerable, sencillamente, porque de pronto tienes que abarcar otro tipo de problemas y nadie te ha enseñado a resolverlos: conflctos interpersonales, clima inadecuado de trabajo, problemas de motivación y de rendimiento… Es decir, no sólo te encuentras ante asuntos técnicos sino también, humanos.
Y lo que es peor, como jefe te expones mucho más a la opinión que otros tienen de ti y, por tanto, a las críticas. Por ello, todos aquellos que sufren en exceso con el que dirán pueden verse muy limitados en esta labor. En primer lugar, cualquier jefe debe de trabajar su propio liderazgo al igual que los padres deben fomentar la autoridad ante sus hijos.
Es decir, el concepto de autoridad emana de forma directa de este cargo. Por ello, se debe encontrar el equilibrio entre ser cercano con los trabajadores pero sin caer en el colegueo. Ello no significa que no puedan hacerse amistades dentro de la oficina, pero sí debe quedar claro que una cosa es la amistad que se tiene fuera del trabajo y otra dentro.
La formación es importante a la hora de mejorar como jefe: para ello, no pierdas la ocasión de realizar cursos sobre habilidades sociales, autoestima, inteligencia emocional, motivación… Como jefe debes evitar todo autoritarismo y además, debes ver como algo positivo el hecho de haber sido empleado previamente. Intenta analizar cómo te sentías tú en aquel entonces ante tu jefe. Evita todos aquellos comportamientos que no te gustaban a ti.