El trabajo de un emprendedor es muy solitario en ciertos momentos. Por ello, cualquier emprendedor necesita recibir estímulos externos que refuercen su motivación y que le indiquen que está en el buen camino. En este sentido, los estímulos pueden proceder de diferentes fuentes. Por ejemplo, a través de los clientes. Existen clientes que realmente, son muy agradecidos y manifiestan la felicitación sincera por el trato recibido o por la calidad de los productos. Las felicitaciones y las palabras agradables son energía positiva.
Por otro lado, el estímulo también procede de los resultados económicos que se recaudan a final de mes. El número de ventas determina el nivel de vida de una empresa, que en caso de acumular deduas, cerrará sus puertas. Además, los estímulos también surgen del grado de interacción que cualquier empresario tiene con el entorno. En este sentido, merece la pena participar en ferias para emprendedores, en cursos de empleo, congresos, seminarios, cursos en la universidad… Se trata de espacios en los que cualquier persona puede conocer a profesionales que están en las mismas circunstancias. Por tanto, el grado de empatía también es mucho mayor. El hecho de haber vivido un proceso semejante aporta cercanía entre dos personas. Además, así es como se hacen nuevos contactos de trabajo. Contactos que también son un estímulo y un refuerzo.
En caso de que el emprendedor haya tenido acceso a algún tipo de financiación, entonces, también siente un estímulo externo que le refuerza a la hora de llevar a cabo su sueño. Los estímulos pueden ser positivos o negativos. Cuando la voluntad es verdadera, entonces, no se derrumba ante la primera barrera sino que se fortalece de una forma directa. Conviene estar atento a los estímulos para poder valorar también la evolución del negocio o del propio talento personal. Un premio también puede ser un estímulo excelente.
Espero y tengo espectativas soy un emprendedor en convertir el reciclaje hecho arte y empresa