Si existe un colectivo para el que la idea de ser autónomo es especialmente negativa es para aquellos profesionales que son funcionarios o se están preparando para una oposición. Desde esta perspectiva, el sueño de obtener una plaza fija en un examen oficial aporta la estabilidad de tener un trabajo para toda la vida. Sin embargo, es esta visión tan a largo plazo de la vida la que menos motiva a tantos emprendedores que sueñan con reinventarse a sí mismos a lo largo de su carrera profesional, abrir nuevas puertas y no tener un itinerario fijo y determinado.
Un cambio de perspectiva
Un emprendedor es consciente de que existen riesgos en la aventura de crear un negocio, sin embargo, intenta poner el foco de atención en buscar las mejores soluciones posibles para superar los obstáculos.
Sin embargo, el funcionario tiende a fijarse más en las dificultades de la vida del autónomo: incertidumbre de futuro, gastos derivados de esta situación laboral y largas jornadas de trabajo. Además, algunas personas observan la oposición casi como la única salida posible o la mejor opción para preparar su futuro laboral y alcanzar el mejor trabajo de acuerdo a su formación. Quienes tienen una actitud emprendedora, observan la realidad a partir de un marco de opciones más amplio.
Distinta noción del éxito
Mientras que para un emprendedor se convierte en algo habitual tener que trabajar durante algunos fines de semana, un funcionario observa el sacrificio del autónomo como un factor que interfiere de forma constante en su estilo de vida. Autónomos y funcionarios tienen algo en común. Cada uno, en su campo de actuación, se esfuerza por lograr sus objetivos ya que la preparación de una oposición puede llegar a ser más difícil incluso que la apertura de un negocio (algunas pruebas son muy exigentes, las plazas son limitadas y la competencia es muy dura). Pero una vez lograda la plaza, el funcionario permanece durante mucho más tiempo que el emprendedor en su zona de confort.