Resulta sorprendente que en el siglo XXI todavía se arrastren prejuicios sobre las posibles opciones laborales que ofrece una carrera y sobre las puertas que te cierras al tomar cierta licenciatura. Bajo la óptica de quienes piensan que las letras son una pérdida de tiempo, o más bien, una afición intelectual pero no una posible forma de vida, nadie llevaría a cabo su ilusión de poder estudiar aquello que le gusta, y además, convertir su profesión en una forma de vida. Todo aquel que ha elegido una carrera de letras ha tenido que hacer frente en algún momento a comentarios despectivos del tipo: ¿Y eso para qué te sirve?
Lo importante es la vocación
Se ha hablado tanto de las carreras con salidas, de las profesiones que están de moda, que al final, esos campos también se saturan y como es lógico, luego no existe hueco en el mercado laboral para todos aquellos que han tomado ese camino. Por tanto, es verdad que las carreras de letras puede que tengan menos aplicación práctica en el ámbito de la empresa, sin embargo, existen muchos licenciados que han hecho un máster en recursos humanos para especializarse en este ámbito.
Y la ventaja de hacer un grado de letras es que la competencia, también es menor, en tanto que el número de alumnos por clase es más reducido. De esta forma, se puede aprender mucho más al haber más proximidad con el profesor y con los compañeros.
Ten iniciativa
El trabajo está tan vinculado con la felicidad que al final, quien toma una opción solamente, por las posibles salidas laborales que reporta, entonces, corre el riesgo de cavarse su propia infelicidad. Un trabajo no es una afición que te quita dos horas a la semana. Las personas pasan ocho horas diarias en la oficina, así que, de entrada, merece la pena hacer todo lo posible por trabajar en aquello que a uno le gusta y le motiva de verdad.
Otra cosa es que llegado el momento, uno tenga que darse por vencido al no haber conseguido su meta. Pero siempre queda la satisfacción de haberlo intentado.