Al final, es uno mismo el que ofrece su mejor imagen ante los demás a través de los hechos. Existen profesionales que tienen un trato impecable y lo consiguen gracias a que cuidan hasta los más mínimos detalles. Son personas generosas a la hora de elogiar los méritos ajenos, se acuerdan de felicitar la Navidad a sus contactos profesionales, siempre responden con puntualidad a un correo electrónico y lo hacen en un tono amable.
Al final, un trabajador de éxito es aquel que también se muestra cercano y accesible ante los demás. Por ello, hacer todo lo contrario, desacredita a la persona. Por otra parte, los jefes también pueden desacreditarse a sí mismos cuando prometen cosas que luego olvidan. Del mismo modo, cuando no dan el ejemplo adecuado como jefes no cuentan con el respeto necesario por parte de los empleados que necesitan un referente a quien poder admirar.
La falta de puntualidad también desacredita a una persona cuando se produce sin una justificación lógica. En caso de cualquier imprevisto, siempre es urgente avisar a la empresa. Así sucede, por ejemplo, en el caso de llegar a tiempo a una entrevista de trabajo o a una reunión laboral. Del mismo modo, mentir en el currículum también es algo que desacredita y mucho a aquel candidato que quiere buscar un empleo. La honestidad es uno de los rasgos más valorados en la empresa.
Por otro lado, una empresa también es una entidad formada por personas. Pues bien, una empresa se desacredita a sí misma cuando no otorga el trato que merece el cliente o cuando ofrece un producto que no está dentro de la relación calidad-precio. Construir una buena imagen de uno mismo o de una empresa supone años de coherencia, pero en cambio, a veces, es suficiente con un error grave para tirar por el suelo todo el esfuerzo.