La Inteligencia Emocional es una competencia importante dentro del mundo laboral actual, sencillamente, porque algunos de los ingredientes de esta disciplina están directamente vinculados con la empresa. Por ejemplo, las habilidades sociales son fundamentales para reducir los conflictos con los compañeros de trabajo, para saber mediar entre dos personas…
Del mismo modo, la empatía es clave a la hora de llegar a acuerdos y negociar. Pero especialmente, la motivación es el pilar fundamental, no sólo en el éxito sino todavía más ante un fracaso. Cuando las cosas no muestran su mejor color, tener un estado de ánimo positivo puede ser el mejor vehículo para sacar adelante un negocio.
¿Cómo puedes saber si eres una persona con un alto grado de Inteligencia Emocional o te queda camino por avanzar? En primer lugar, podrías apuntarte a un curso de empresa sobre esta temática ya que en este área de formación podrías conocerte mucho más a ti mismo. Pero a la vez, también existen otros síntomas de una baja Inteligencia Emocional. Por ejemplo, el hecho de que te desborden algunas emociones hasta el punto de que te bloqueen o interfieran en el perfecto desarrollo de la rutina es un síntoma negativo.
La ansiedad se puede convertir en un obstáculo que requiera de la ayuda de un profesional. No es un síntoma de Inteligencia Emocional el hecho de agrandar un problema al máximo. Por ejemplo, dar vueltas a una discusión con el jefe no te llevará más que a aumentar tu insatisfacción. Es más importante pensar en soluciones y poner la mente en un objetivo más gratificante.
En esencia, tu nivel de bienestar en el trabajo te dirá si te sientes bien contigo mismo y capaz a la hora de gestionar tus propias emociones y de reconocerlas en el entorno laboral. Para ello, recuerda una situación vivida en el trabajo en la que crees que reaccionaste de la forma equivocada. Y también, en positivo, recuerda un momento en el trabajo en donde te sientes satisfecho con tu nivel de asertividad.