La clave del éxito en la empresa reside en que cada trabajador logre dar lo mejor de sí mismo. Algo que implica no sólo inteligencia sino también, motivación. Pues bien, en la mayoría de las ocasiones, los problemas de motivación proceden de la falta de autoestima que en cierto modo, puede ser propiciada incluso por el propio lugar de trabajo.
Por ejemplo, si el jefe siempre ensalza la labor de uno de los empleados pero no tiene en cuenta la capacidad del resto, entonces, habrá un momento en que al sentirse invisibles, los trabajadores se limitarán a hacer el mínimo en su día a día. De este modo, la motivación muere al compás de la insatisfacción crónica a nivel laboral.
¿Cómo se puede unir la inteligencia y la motivación? En gran medida se trata de una labor que el propio jefe puede propiciar. Por una parte, aprendiendo a delegar, es decir, dejando que los trabajadores sean cada vez más autónomos y tengan capacidad para resolver sus conflictos de una forma asertiva. Por otro lado, el jefe siempre debería colocar a un empleado en el puesto que de verdad se adapte a su formación y a sus inquietudes. Cualquier persona trabaja mejor y más feliz cuando hace algo que de verdad le gusta en vez de algo que tiene que hacer por obligación.
Además, también es positivo que un empleado pueda ir evolucionando a lo largo de los años en la empresa. Y es que, la evolución es un efecto directo de la motivación de alguien que no quiere quedarse estancado. Por ello, los jefes también deben propiciar que un empleado afronte nuevos retos ya que esa es la única forma de poder desarrollar nuevas habilidades prácticas en base a las nuevas necesidades que se plantean.