El síndrome del trabajador quemado se produce en diferentes contextos y en muchas profesiones. La profesión de blogger también se ve afectada por esta situación emocional que deja al redactor sin ilusión y sin motivación de generar contenidos de calidad. En el fondo desea hacerlo pero tiene la sensación de que ya no puede, está apático, y como indica el propio término está quemado porque ha quedado sujeto a una rutina insoportable un día tras otro.
La sensación de estar quemado, surge por una parte, por la falta de motivación propia y también externa. Pero por otro lado, también surge por no haber respetado los tiempos de descanso necesarios en cualquier trabajo.
Cómo evitar el síndrome del blogger quemado
Para tener un buen nivel de bienestar, y compensar el tiempo que estás sentado frente al ordenador, es fundamental que por higiene mental, busques espacios para hacer reporte, realizar ejercicio físico, salir de casa y desconectar. Si has llegado a un punto de cansancio extremo, entonces, no puedes negar la necesidad de tomar unas vacaciones porque en caso de no hacerlo, la situación de malestar podría agravarse todavía más.
Ignorar ciertas emociones te hace más daño a la larga, porque todo aquello que se reprime explota en algún momento. Por otra parte, si tienes más trabajo del que crees que puedes abarcar, entonces, recuerda que decir no y marcar límites es importante.
Coaching para disfrutar como redactor freelance
Ser redactor freelance, es una profesión vocacional que en algunos casos, incluso, se remonta a la niñez de esa persona cuando comenzó a destacar por su capacidad creativa en certámenes literarios. Intenta orientarte en un ámbito que de verdad te guste porque cuando escribes sobre temas que a ti te encantan, es más difícil que surja esa sensación de estar quemado por aquello que haces.
Por otra parte, intenta estar informado de temas de actualidad para poder tomar ideas para tus escritos: lee revistas, asiste a conferencias, lee libros, consulta otros blogs, haz cursos… Si estás atento, puedes encontrar puntos de inspiración, incluso, en momentos cotidianos tan sencillos como una conversación con un amigo.