La Inteligencia Emocional hace referencia a la capacidad de conocer y comprender las emociones propias y también, las de los demás. Incluso, es necesario poner nombre a dichas emociones para poder identificarlas de la forma adecuada. Desde un punto de vista laboral, el diccionario emocional es amplio: por ejemplo, motivación, agotamiento psicológico, estrés, ansiedad, alegría, compromiso, vocación, constancia…
Sin duda, la Inteligencia Emocional puede llevarte al éxito a nivel profesional en la medida en que aprendes a detectar cómo a veces, ciertas emociones o el pensamiento negativo pueden interferir en tus sueños. Por ejemplo, muchos emprendedores tardan mucho tiempo antes de crear un negocio por el temor de que salga mal. De hecho, muchas personas ni siquiera se animan a dar ese primer paso de arriesgar.
La Inteligencia Emocional es positiva para trabajar directamente sobre algunos campos vinculados con la empresa: por ejemplo, el trabajo en equipo, la motivación, las técnicas de comunicación, el liderazgo. La Inteligencia Emocional implica entender que hoy día, no es suficiente con tener un buen currículum y saber idiomas a la hora de alcanzar el éxito sino que también, se debe ser una persona proactiva, con habilidades sociales y capacidad de generar empatía y credibilidad.
Es decir, el carácter interfiere mucho más de lo que parece a simple vista en la consecución de las metas y de los logros. Por ello, en muchas ocasiones, un emprendedor debe aprender a trabajar sus propios límites y sus miedos internos para poder crear un proyecto en expansión con valor de futuro. Por otro lado, también es importante aplicar la Inteligencia Emocional a los momentos de dificultad cuando los resultados no son los esperados.
Es posible aprender mucho de este tema a través de cursos de formación dirigidos a trabajadores o también, mediante la lectura de libros que tratan sobre esta cuestión.