Existen diferentes maneras de afrontar la jubilación. Cada profesional experimenta un proceso de adaptación que está condicionado por variables específicas de su propia historia. Con frecuencia, la etapa posterior al final de la vida laboral comienza con un periodo dulce que recibe el nombre de fase de luna de miel. Tras tantos años de compromisos profesionales, largas jornadas de trabajo y responsabilidades, el jubilado disfruta de un nuevo capítulo en su existencia. Y como protagonista de ese momento dispone de las condiciones favorables para hacer realidad muchos de los sueños que han quedado pendientes antes de la jubilación.
La fase de luna de miel hace referencia a la ilusión y la alegría que experimenta quien puede centrarse en su descanso. Y, también, quien dispone de la flexibilidad suficiente para improvisar planes en su agenda.
La etapa dulce de la jubilación: un momento de celebración
Es un periodo de celebración en el que surge la posibilidad de potenciar los encuentros con los amigos. También es el periodo perfecto para volver a estudiar y ampliar las habilidades. Otras personas se implican en proyectos de voluntariado y dedican una parte de su tiempo a un objetivo muy valioso. Algunos jubilados planifican un viaje pendiente de llevar a cabo. Es decir, es un periodo de celebración porque el tiempo libre se disfruta plenamente tras tantos años de una rutina exigente. Pero también es un periodo que se percibe desde la idealización. Porque más allá de los cambios experimentados, la jubilación plantea sus propios retos. Y la fase de luna de miel no es eterna, aunque se viva intensamente.
En un primer momento, surge una importante sensación de libertad interior. El calendario muestra una nueva perspectiva puesto que no está determinado por el cumplimiento de horarios perfectamente definidos. El jubilado tiene una mayor flexibilidad para organizar planes variados que están en sintonía con sus prioridades, gustos y expectativas.
La persona crea una nueva agenda. Es decir, construye una nueva rutina que es el reflejo de otra forma de organizar el tiempo. Previamente, la jornada laboral ocupaba un espacio importante a lo largo de la semana. A partir de la jubilación, se reducen las responsabilidades y aumentan las oportunidades de ocio. Así lo percibe aquel que finaliza su carrera laboral con ganas de adentrarse en su nueva etapa. No vive este periodo desde la añoranza que genera un pasado marcado por el éxito o una carrera vocacional. Ahora se hace el regalo de centrarse en sí mismo. Por ello, quiere invertir su tiempo en propósitos que son significativos.
La fase de luna de miel después de la jubilación no es eterna
Sin embargo, tras la sensación de sorpresa constante que producen las primeras semanas de la nueva etapa, la percepción personal de este periodo puede cambiar. La expectativa que produce el encuentro con la novedad adquiere otra perspectiva. Así ocurre cuando el jubilado se ha acostumbrado a la nueva dinámica de su etapa vital. Se ha familiarizado con las oportunidades que le ofrece. Y tras la intensidad que acompaña a la fase de la luna de miel, llega otro periodo de más tranquilidad.
Y también de búsqueda personal. Porque tras haber dejado atrás el final de la vida laboral, es habitual que la persona se pregunte hacia dónde quiere orientar sus pasos en este momento. Pese a que tantos profesionales protagonicen la fase de luna de miel cuando se despiden definitivamente de sus compromisos laborales, eso no implica que esta etapa esté presente en todos los casos. Hay que tener en cuenta que algunas personas disfrutan plenamente de su actividad: observan con añoranza el pasado y visualizan el futuro con cierto grado de incertidumbre.