Los emprendedores deben asumir el rol de la motivación como parte de su trabajo diario en la empresa. Una de las formas de motivación que mejor resultado ofrece es el refuerzo positivo que lleva al trabajador a sentirse importante, valorado y reconocido. Para que las palabras no pierdan su verdadero valor conviene reforzar pero con equilibrio. Un buen elogio es aquel que se da en la forma oportuna, con un motivo concreto y en el tiempo adecuado. ¿Cómo encajar las piezas de este puzzle?
Cuidado con las diferencias
Elogiar con frecuencia a un mismo trabajador puede generar malos rollos en el seno del equipo porque los empleados tienden a compararse entre sí y tienden a señalar con el dedo al que consideran el favorito del jefe. Partiendo de la base de que todos los empleados de una empresa son importantes porque suman un valor añadido al equipo, es fundamental repartir los elogios reconociendo los talentos de cada uno. Se puede intercalar la motivación a nivel individual con los elogios compartidos dirigidos al buen trabajo del equipo.
Elogiar no es adular
Los elogios tienen que ser cien por cien sinceros para que produzcan el resultado deseado. Por tanto, conviene no confundir el elogio con la adulación artificial que resulta fingida. Además, excederte en los elogios puede hacer que el trabajador se sienta desbordado por tanta información y tenga miedo de no estar a la altura de las circunstancias.
Para dar un buen elogio a un trabajador es fundamental personalizar el mensaje y no utilizar frases generales que son más impersonales. Por otra parte, cada cosa debe hacerse en su contexto, por ello, para que un elogio sea de verdad oportuno es fundamental que la comunicación con el empleado se reduzca a esa motivación en ese momento. Por tanto, evita pedir un favor al trabajador o darle una orden en el mismo momento en el que le elogias por algo.