El Síndrome de Burnout es uno de los más habituales en el entorno laboral. De hecho, sería difícil encontrar a un trabajador que en algún momento de su carrera no haya sido víctima de la desmotivación absoluta. A nivel emocional, es indispensable estar muy atento ante las señales de alarma de este conflicto que causa dolor y sufrimiento. En primer lugar, la persona arrastra agotamiento crónico: está igual de cansada un lunes que un viernes.
El trabajador se siente desbordado por todo, como si hubiese superado el límite de sus posibilidades desde hace mucho tiempo. Por otra parte, el trabajador no se siente realizado a nivel personal. Al revés, siente que realiza esa función únicamente por obligación. Vincula el trabajo con la sensación de fracaso. Esta sensación, a su vez, produce una baja autoestima y sensación de soledad.
En tercer lugar, la experiencia del trabajador es la despersonalización, es decir, toma cierta distancia con aquello que le sucede. Por ello, sus relaciones personales se resienten porque trata al resto de personas con indiferencia. En una situación así, es habitual caer en la ironía.
El Síndrome de Burnout se puede superar pero por supuesto, en ocasiones, lo aconsejable es buscar un nuevo trabajo cuando objetivamente, uno de los motivos por lo que se tiene insatisfacción es porque ese empleo, en sí mismo, no entra dentro de las aspiraciones personales del trabajador. Por otra parte, conviene explicar también, que un trabajador quemado también puede restar energías a un equipo de trabajo porque la negatividad también se traspasa en ocasiones, de unos a otros. Hoy día, se imparten cursos para trabajadores en activo sobre esta cuestión. Pero a su vez, también es posible iniciar una terapia psicológica para descubrir las causas de la situación presente y poder encontrar un remedio.