Errores graves que arruinan una presentación en público


A la hora de aprender a hablar en público no hay nada tan práctico como participar en un congreso de tres días o en un curso de verano para poder ver en un espacio de tiempo reducido cómo hay personas que te hacen disfrutar en una conferencia, mientras que otras, tienen la capacidad de generar un gran aburrimiento en el auditorio. Hablar bien en público no tiene nada que ver con ser una eminencia que domina un campo teórico ya que transmitir el propio saber a los demás, también implica otras competencias, por ejemplo, la autocrítica para corregir los defectos.

Un error grave en una presentación en público es querer saturar al auditorio de datos que es imposible retener en una primera toma de contacto. Para ello, es mejor que te centres en cuatro ideas, las desarrolles y las repitas. Cuando la mente siente que no puede memorizar todos los datos, dados, entonces, desconecta.

Otro error que hace que una presentación en público sea poco espectacular es que el ponente se ciña únicamente como si fuese una máquina a leer el contenido de un powerpoint. Un buen ponente es aquel que sabe improvisar, es natural y tiene la capacidad de aportar algo más. También existen personas que estropean su discurso al repetir de forma constante palabras o sonidos que se convierten en muletillas: “Bueno”, “y”, “vale”… Cada persona tiene sus propias palabras repetidas, en ese caso, es cuestión de hacer autocrítica para tomar conciencia de ellas. Este tipo de carencias se descubren de forma rápida cuando te ves a ti mismo en un video hablando en público.

Existe otro gesto negativo que tienen muchos ponentes y que es equivocado. Con frecuencia, dicen que van a ser breves al inicio de una exposición cuando en realidad, no es así, y superan con creces el margen de tiempo permitido porque se comportan como si estuviesen encantados de escucharse a sí mismos en vez de pensar en los demás. Y la realidad es que un discurso de más de una hora ya es demasiado largo. Es mejor dejar parte de ese tiempo para que el auditorio pueda realizar sus preguntas.

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