Existe un fenómeno a nivel emocional muy interesante y muy humano: el síndrome de la felicidad aplazada afecta a aquellas personas que sacrifican su bienestar presente por un futuro que consideran mejor. Por ejemplo, existen personas que desean cambiar de trabajo, sin embargo, tienen miedo de poner en riesgo su situación presente y siguen eternamente en el mismo puesto. Otras personas no se permiten ningún capricho con el objetivo de ahorrar para el futuro.
El síndrome de la felicidad aplazada en el trabajo
En el peor de los casos, existen personas que pasan su jornada laboral a la espera de que llegue el fin de semana, momento en el que empiezan a disfrutar un poco más de su tiempo de ocio. Vivir dos días a la semana es una mera supervivencia.
Detrás del síndrome de la felicidad aplazada se esconde ese hábito tan poco constructivo de posponer decisiones importantes para otro momento. La persona arrastra temas pendientes como si en el fondo pensara que todos esos asuntos se van a solucionar de forma mágica en algún momento.
Efectos del síndrome de la felicidad aplazada
El efecto más grave es el de tener una visión equivocada de la vida. La persona no vive su tiempo, se adelanta a los acontecimientos y desperdicia su presente. Del mismo modo, renuncia al máximo tesoro que se puede tener: la felicidad aquí y ahora. La persona siente tristeza y ansiedad por ese espíritu de renuncia y de sacrificio constante.
La crisis económica también agrava este síndrome puesto que existen personas totalmente focalizadas en el futuro a la espera de que llegue un momento mejor a nivel laboral. El síndrome de la felicidad aplazada no sólo tiene que ver con el ámbito laboral sino también, con el personal. En última instancia, muestra la tendencia a prolongar en el tiempo una situación de insatisfacción.