La palabra es un vehículo de comunicación eficaz y de entendimiento, pero a la vez, también es una fuente de malas interpretaciones porque todo mensaje pasa por el filtro de la subjetividad. Y a su vez, la subjetividad está bañada por los valores personales, por las creencias y por las experiencias previas. De ahí que hay que tener mucha comprensión y empatía para poder empezar de cero con el proceso de comunicación.
Es importante comprobar que en un diálogo existe interacción, es decir, que existe reciprocidad por ambas partes. Por tanto, cuando estés dando un mensaje importante a otra persona, esfuérzate por hacerle preguntas para reforzar el diálogo y darte cuenta si de verdad está captando todos los matices que son importantes para ti: ¿Qué te parece esta idea?, ¿Cuál es tu punto de vista sobre esta cuestión?, ¿Crees que se podrían hacer las cosas de otro modo? Son preguntas abiertas que dejan un amplio lugar a la explicación por parte del receptor.
Por otra parte, a la hora de mantener una conversación es importante mirar directamente a los ojos de la otra persona. Este gesto tan sencillo crea un clima de confianza. Además, también es importante evitar todos los rodeos, por ello, sé breve y utiliza frases cortas, claras y directas. En el diálogo empresarial, a veces, es mejor evitar hablar desde el yo y el tú para utilizar el nosotros. Una palabra que crea un verdadero espíritu de equipo y que transmite fuerza.
De este modo, cuando utilizas el nosotros también implicas a aquel que está contigo en la conversación y se muestra mucho más receptivo a la hora de escucharte, comprenderte y ponerse en tu lugar. Por otra parte, merece la pena que te animes a realizar un curso sobre técnicas de negociación o habilidades para hablar en público porque podrás obtener herramientas prácticas para tu día a día.