La primera trampa del perfeccionismo es que existen muchas personas que consideran este elemento como una virtud en vez de como un punto negativo. Pero los efectos negativos del pefeccionismo también se pueden padecer de forma externa. Por ejemplo, cuando tu jefe es perfeccionista.
Pocas felicitaciones externas
Un jefe perfeccionista es aquel que elogia poco las virtudes de sus empleados o que no valora de la forma adecuada sus éxitos porque trata a los demás igual que se trata a sí mismo. Las personas que son muy exigentes con ellas mismas también lo son con el entorno. El eterno perfeccionista es aquel para quien todo puede estar mejor y apura hasta el último minuto para mejorar un trabajo.
Te permite aprender
Un jefe perfeccionista es aquel que es muy exigente y esta dureza tiene un punto positivo: te permite aprender y no quedarte estancado al no conformarte con dar el mínimo ante un proyecto. Tener un jefe perfeccionista puede ser una buena motivación externa para trabajar cada vez mejor.
La perfección es una forma de esclavitud
La perfección es una forma de esclavitud puesto que la persona perfeccionista nunca está satisfecha con nada. Ante este bajo nivel de inteligencia emocional es muy importante que el trabajador se proteja con un paraguas emocional para no dejar que tanta negatividad le salpique. No te fusiones con tu jefe hasta el punto de perder tu propia esencia. Tú eres una persona autónoma e independiente y no necesitas su aprobación para ser feliz.
Celebra tus éxitos. Puedes regalarte un plan especial después de un proyecto que te ha llevado mucho esfuerzo. Felicíatete a ti mismo a nivel interno con mensajes positivos del tipo: «Estoy satisfecho porque he hecho un buen trabajo». Lo más importante es la opinión que tú tienes de ti mismo.